El título del presente artículo parecería sacado de una de las historias violentas que se han dado últimamente en nuestro México del siglo XXI, pero después de las siguientes consideraciones, habremos de llegar a la conclusión que está consignada al principio.
Desde la más remota antigüedad, los himnos entonados por el pueblo de Israel quedaron consignados a lo largo de la Biblia hebrea. Estos himnos que tenían como base una estructura poética única lograron imponerse, (no por voluntad humana sino por la voluntad de Dios) a toda la poesía que ha elaborado el hombre en todas las edades.
Muchos de los cantos bíblicos, se han constituido en un gran tesoro para el pueblo de Israel y también para nosotros los cristianos, dándonos una fuerza espiritual inusitada a lo largo de toda la historia humana.
La música de los más grandes cantos de la Biblia, aunque no pudieron escribirse en su música original, si lograron trascender, gracias a que los cantores o Hazzán no estaban de pie delante del arca como artistas, aislados,
buscando mostrar la habilidad de su voz y ni siquiera estaban delante del arca
como individuos singulares, sino que estaban junto a su comunidad, con la cual
tendrían que identificarse para atenderla en el aspecto musical y espiritual. Ellos siempre representaron, al mismo tiempo que inspiraron, a la comunidad y al mundo entero con su ministerio.
buscando mostrar la habilidad de su voz y ni siquiera estaban delante del arca
como individuos singulares, sino que estaban junto a su comunidad, con la cual
tendrían que identificarse para atenderla en el aspecto musical y espiritual. Ellos siempre representaron, al mismo tiempo que inspiraron, a la comunidad y al mundo entero con su ministerio.
En la actualidad, los músicos (no ministros de música) de muchas de nuestras iglesias, se encuentran tan ocupados en buscar a nuevos “autores”, antes que buscar la inspiración del Espíritu Santo. Ellos están dispuestos a agradar más a la congregación que a Dios; se han olvidado de los himnos que han dado identidad a la ICIAR y cada día, en un frenesí imparable: buscan en las cisternas rotas de las canciones cantadas por “artistas cristianos”, antes que preguntar por las sendas antiguas de nuestra himnología y andar por ellas y en su ignorancia bíblica y musical esgrimen que nuestros himnos:
a) Están pasados de moda
b) Son muy aburridos
c) Están muy “cantados”
d) No se los saben
e) No les importan
d) Solo los modernos les gustan.
-El argumento de que nuestros himnos “están pasados de moda”, no puede sostenerse, pues existen himnos como: “Firmes y adelante” que tienen mas de 150 años de existencia y todavía más, la Doxología “A Dios el Padre celestial” que es cantada en muchas reuniones de nuestra iglesia, tiene, para ser precisos, 480 años de antigüedad.
- “Son muy aburridos”; en este sentido se podría decir que un buen número de nuestros músicos no entienden y no quieren saber nada de la solemnidad de nuestros himnos y prefieren la música de los cantos que más se parezcan la que cantan los “artistas” del momento.
- “Están ya muy cantados”; ¿Cuál es el problema? Si himnos tales como “Orando al Padre está Jesús” y “Cuando la trompeta suene” han sido inspiración para decenas de generaciones de cristianos o ¿se trata de no cantarlos por la falta de espiritualidad o por la nula preparación espiritual y musical del músico (no ministro de música)?
-“No se los saben”; con este argumento, el músico quiere justificar su colosal ignorancia respecto de la música en general en cuanto a conocimiento y técnica pues sus fuentes no son los grandes maestros cristianos de todas las épocas, sino los ínfimos maestros que se dedican a enajenar a la gente y además de hacerse ricos con sus materiales, en muchos casos, de ínfima calidad. Un ministro de música, no tiene porqué saberse todos los cantos, pero su deber es el de estar preparado para leerlos por nota, por un lado, y por otro, tiene la obligación ante Dios que le dio el ministerio, de poseer la suficiente preparación para que, en caso de que se entonen nuevos himnos, esté capacitado para escribirlos, tal como lo hizo por ejemplo nuestro Hno. Aquiles Mireles en su tiempo.
“No les importan”; este es el caso mas patético de ignorancia, arrogancia y falta absoluta de espiritualidad, pues con esta actitud, el músico no solo exhibe su nula consagración, sino también su falta de humildad y conciente o inconcientemente, está mandando la señal de que “la iglesia debe cantar lo que el se sabe y nada mas”. De que sirve que, en el momento en que Dios haya bendecido a la congregación con su Palabra y el pastor le pida al músico que se cante o acompañe determinado himno para afirmar el mensaje de Dios, este seudo – ministro argumente que “no se sabe el canto” y que le sugiera alguno que el “domine”, aunque nada tenga que ver con el momento espiritual.
“Solo los ´himnos´ modernos les gustan”; esto acaba de suceder recientemente en Acapulco, cuando los músicos “cristianos” en una reunión presbiterial, se negaron a acompañar los himnos de nuestro himnario con el argumento de que ellos solo tocaban “himnos modernos”.
¿Qué va a pasar con la nueva edición del himnario conmemorativo, si nuestros músicos no lo van a tomar en cuenta? ¿Está justificada la inversión de tiempo y dinero para la edición conmemorativa, si los músicos van a seguir imprimiendo (por cierto, con muy poca o nula calidad), sin ningún control sus “coritarios”, “coriteros” o como les llamen, en detrimento del uso y conocimiento más profundo de nuestro himnario? ¿Tenemos que seguir soportando el secuestro que han hecho de nuestra himnología los músicos (no ministros de música), ateniéndonos a cantar solo “lo que ellos se saben”? ¿Se le puede dar el nombre de “ministro de música” a quien no hace ningún sacrificio espiritual, doctrinal y técnico mínimos? ¿Por qué no se ha respetado el perfil mínimo para ser ministro que es el de saber acompañar, cantar y dirigir la música en su iglesia? ¿Para que sirve el Instituto de Música, si solo algunos pastores exigen a sus músicos que se preparen doctrinal, musical y técnicamente en el? Muchos de los seudo- ministros de música que tenemos, están más preocupados porque les dejen tocar la batería que en prepararse para ser verdaderos ministros de Dios en la iglesia.
El ser ministro de música está mucho más allá que tocar un instrumento. Implica: acompañar a la congregación, enseñar en primer término, nuestra himnología, formar coros y conjuntos de música para mayor gloria de Dios entre: los niños, secundarios, jóvenes, iglesia adulta y hermanos de la tercera edad, etc. No solo mal tocar únicamente domingos y jueves.